Concurso CERVANTES 2004
Primer Premio de la Modalidad de Prosa, Categoría B

Sara González Alonso, grupo S 4º C

Letras de fuego

 

Hoy vuelvo a mi paraíso perdido, lugar de encontrados sentimientos, pérdida de muchas sensaciones olvidadas por el tiempo, parte de mi propia vida ya lejana y tardía, pues como la espiga que se dobla al viento yo aprendí a ceder ante la adversidad, no sin antes aprender la lección que la vida se reservaba para mí.

Supongo que en la vida de toda persona sucede algo importante que le hace dar ese paso a la madurez, paso que asusta y engrandece a las mentes más pequeñas, pues qué niño no sueña con hacerse mayor, y más tarde, ante la desesperación de esos cambios que le suceden, se da cuenta de lo bonito que era ser niño; de todo aquello que perderá por crecer, incluyéndose a si mismo, pues nunca volverá a ser el que era. Y la tristeza le invade derrumbando su pequeño mundo de ilusión.

Incluso ahora, cuando echo la vista atrás para reencontrarme con los recuerdos, el dolor se apodera de mi corazón, que aún siente la falta de los pedazos que allí perdió. Pedazos que quedaron enterrados en la soledad del día, al igual que todas las caricias recibidas antes de las puñaladas que le hicieron llorar lágrimas de sangre, las más amargas que había derramado en toda su vida, lágrimas por un amor esclavo de la tormenta que arreciaba. Todavía recuerdo las palabras, los gestos, las caricias que me hicieron sentirme la persona más especial del mundo, me sentí importante para alguien y ni siquiera sospechaba que todo era falso, un simple juego de alguien demasiado egoísta para ponerse en mi lugar, para darse cuenta de lo que me hacía sufrir.

¿Acaso es posible amar y odiar al mismo tiempo? No creo que dos sentimientos tan opuestos se puedan dar a la vez, es una ironía, un imposible y, a la vez, es lo que mi corazón se empeña en decirme, que nunca podré perdonarle porque nunca dejará de importarme, porque nunca podré olvidarle. Y aún mucho tiempo después siento el peso del tiempo a mis espaldas, burlándose de todo aquello que yo me he empeñado en venerar.

Mucha gente me dice que hay cosas más importantes en la vida, pero no se dan cuenta de que yo no quiero más vida si no es junto a él, que yo no comprendo otra forma de vivir que no sea a su lado, que mi felicidad sólo corre a su cuenta. Paso las horas muertas mirando por la ventana, esperando una palabra que nunca será dicha, un consuelo que nunca llegará y mis esperanzas caen como las hojas del otoño que asoma y entristece todo a su paso. Camino por calles solitarias y oscuras imaginando un mejor final para su historia, ésa que quedó grabada con letras de fuego.

Los días son demasiado cortos cuando de pensar en él se trata. Me gustaría poseer la eternidad de su mirada, ocupar todos sus pensamientos, igual que él ocupa los míos, pero sé que eso nunca sucederá. Sólo me queda esperar que pase el tiempo necesario para olvidar, para recuperar mi vida justo donde la dejé, cuando todavía tenía sueños por realizar, sueños tan maravillosos como imposibles, aquellos con los que vibras por la emoción contenida.

Sé que pronto le volveré a ver, y es una idea que me aterra. Puede que cuando estoy delante de él intente fingir una indiferencia que no siento, pero no se puede tapar el sol con un dedo, igual que no se puede negar la luz que proviene de él. No quiero pensar más en nada y si no lo hago mis pensamientos pierden sentido y mueren junto con el resto de mi alegría.

Nunca entenderé esta vida; nos permite el gozo eterno de una sonrisa y el dolor perpetuo de una palabra, el suave aroma de un amanecer y el ardor desgarrado de la completa penumbra. Nadie nos enseña la verdadera forma de una mentira ni el amargo sabor de descubrirla. No valoramos los pequeños detalles que se esconden tras una máscara de olvido, y es al final del camino, cuando nuestros destinos se cruzan y descubrimos las sabias palabras de un anciano al que nadie escuchaba, de un niño demasiado pequeño para ser visto por las altivas miradas.

Puede que no haya consuelo en esta vida conocida y el único respiro del alma sea el silencio disfrazado de eternidad, descanso de los sentidos que alumbran el sendero que debemos seguir. Y, cuando al fin partimos, todavía vamos dejando dolor tras nuestros pasos, pues la vida es dolor y con dolor la dejamos.

 

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